Cuento
ESPERANZA
Mi pasión siempre fueron los caballos, animales nobles, emblema de fortaleza y firmeza.“Esperanza” era hermosa, jamás pensé que mis padres pudieran hacer el esfuerzo de regalármela.
Mi sueño de toda la vida, era correr en sulkis, hasta el momento había sido un simple observador de las carreras, y mis expectativas, sólo anhelos lejanos.
Ahora con la potranca tendría la oportunidad tan deseada. La habían adquirido con sus ahorros a uno de los mejores criadores de caballos.
Nos criamos juntos, inseparables. Se volvió el eje de mi vida, nunca dudé de que ella sintiera lo mismo por mi. Aquel divino animal sería , durante años el centro de mi atención , cariño y cuidados.
De potranca la acostumbré a darle azúcar o zanahoria, ambos alimentos eran su mejor manjar, a cambio yo recibía su húmedo y tierno lamido en la mejilla. Esa costumbre se arraigó con los años y se volvió infaltable entre nosotros.
Tenía el pelaje suave, gris casi plateado, sus ojos enormes, blandos, dulces como jamás había visto. Se dejaba peinar las crines horas, mientras su cuello giraba hacía mi lado, su hocico largo y sinuoso acariciaba de una forma casi humana mi rostro. Era increíble como aquel animal podía ser tan grande y suave a la vez.
Al bañarla con cepillo en mano su cola acariciaba mis piernas.
Las patas eran cuatro hermosos fuertes pilares, elegantes, nerviosos y siempre en movimiento. Eran cuidados únicamente por mi, les ponía las vendas, polaínas, cubrenudos y cubrecañas, jamás dejé los aprontes de una carrera en manos de otro.
La entrené para correr junto con un avezado y veterano instructor. La yegua era mi vida, realmente la amaba, no me imaginaba sin ella, éramos inseparables amigos y compinches.
Corrimos muchas carreras, cuando estuvo pronta y lista para hacerlo. Ella desafiante, segura, era la mejor. Nunca perdía la garra , tampoco su tremenda dulzura.Lograba tener las mejores condiciones del animal y del humano. Me colmó de medallas, copas y premios. Pero lo más importante era tenerla a mi lado, sentir como oía mi corazón cuando éste estaba triste, sus ojos marrones parecían adivinar lo que por mis adentros pasaba. Me escuchaba hablarle a la oreja, contándole mis pesares ella respondía con suaves relinchos, no cabía duda, comprendía mi alma .
Pasaron unos años cuando nos tocó correr una carrera en Porto Alegre. Allá fuimos. Salimos, dejamos las cintas de largada, en tercer puesto, no me preocupó sabía de la experiencia de “Esperanza” en las competencias. Cuando estábamos en segundo lugar, en la mitad de la segunda vuelta, el primer sulki tuvo problemas. Una de las ruedas se desprendió, atravesándose... Veníamos detrás casi a punto de robarle el primer puesto, cuando vi lo que pasaba , pero fue en vano, imposible hacer nada. “Esperanza” ya estaba encima del accidente, tropezó... Salí despedido por encima de la yegua. Atrás nuestro iban cayendo los demás competidores, en cadena, como piezas de un maldito dominó...
Todo se volvió un infierno de personas, sulkis y caballos cayendo por doquier.
Me levanté maltrecho, con una gran herida en la pierna derecha, me dolían todos los huesos. No me importó el dolor, mi mirada se centro en “Esperanza”. No se levantaba, tan sólo seguía mis movimientos torpes hacía ella, con sus ojos llenos tristeza y dulzura.
Corrió el veterinario…
La caída había sido fatal, nunca más podría correr, nunca más caminar como solía hacerlo, con ese porte tan propio de ella, tan particular y elegante.Mientras la trasladaban la observé, aunque difícil de creer para aquellos que no aman a los animales; ella parecía comprender la gravedad de la situación.Pasaron meses, mis ansias de correr se acabaron, los ahorros por mantener a “Esperanza” conmigo menguaban...
No sabía que hacer. La razón, y los veterinarios me decían que debía sacrificarla.¿Cómo matarla?¿Sólo porque ya no podía correr, darme logros en campeonatos, llevarme medallas?
Me fui a caminar, tratando de despejar la mente, caminé por la Av. Millán, me encontré sin proponérmelo en las puertas del Hogar Español, ahí donde van los ancianos cuando no tienen a nadie que cuide de ellos. Cuando parece ser que su vida útil a llegado a su fin.
Había leído en un articulo, que los ancianos se recuperan mejor de sus tristezas si tienen animales con ellos..¿Porqué no, “Esperanza”?
Ella tenía más amor para dar que muchos humanos a los que había tenido la desgracia de conocer. Allí sobraba lugar y cariño para darle. Nada se perdía con probar de hablar …
Salí contento, feliz. Tuve miedo del rechazo, de una negativa pero no fue así. La propuesta que la yegua quedará en el hogar le pareció bien al gerente del lugar.“Esperanza” tendría por delante una sola tarea, animar y darle todo su afecto a los internados en el hogar.
Me llené de gozo cuando a las tres semanas de haberla llevado, fui a visitarla, la vi…
Un viejito le cepillaba la crin plateada mientras le daba en aquel querido hocico un terrón de azúcar.
Ella estaba libre en aquel inmenso parque, ya no tendría que competir, sólo dar la dulzura de la que siempre me colmó a personas que lo necesitaban más que yo.Sus blandos ojos se volvieron hacia mi, parecía darme las gracias de dejarla en buenas manos, de terminar sus años de esa hermosa manera. Sólo tenía que gozar del afecto de aquellos que tanto necesitaban, brindarlo y recibirlo.
Para mi también culminaba un tiempo, el de la competencia. Uno nuevo comenzaba: el de acariciar los recuerdos, abrigar el amor que la yegua me brindó por años.
Revivir los instantes de mutua compañía no sería un ciclo menos importante y gratificante.
Tan sólo un ciclo diferente, de otra magnitud...
Cuento con Mencion de Honor en concurso Ecqus/Grupo Erato año 2004
Autor: Mariela Rodríguez
Ilustrador: José A. Lardone (mendoza-argentina)
6 comentarios
ruben maria bianchessi gonzalez -
lamarcca de sexy -
Me gusto
Leo -
Darío -
PIERRE -
Antonio -
detenimiento.
¡Exelente!