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BARDA

Entre Todos...

Entre Todos...

Invito a aquellos/as que tengo el honor de recibir en mi blog, a que participen en este CADAVER EXQUISITO, podrán dejarlo como comentario al final y luego será añadido con el nombre o si lo prefieren en anonimato. Sólo les pido que tenga un hilo conductor con lo anterior. Luego resolveremos el título.

Un beso a todos Mariela.

SÁNDWICH

 

Había mirado el reloj al menos tres veces siempre le dolía despedirse, para su abuelo nada pasaba desapercibido aunque no dijese nada.

Tenía esa inquietud propia de aquel que sabe todo lo que le espera por hacer. Ese remordimiento de abandonar la blanca cabeza de su ser amado era torturante, lo sabía sólo si al menos pudiera dejarle su sombra por compañía.

-         Un sándwich. Susurró el viejo mientras armaba su tabaco.

-         ¿Querés un sándwich abuelo? Preguntó escapando efímeramente de sus pensamientos

-         No gracias, sólo pensaba.

-         Me tengo que ir abuelo, tengo mil cosas que terminar para la semana que viene,

-         Te acompaño hasta la puerta, dificultosamente se puso en pie, tomando su bastón y siguió susurrando: un sándwich, siempre es un sánwich...

El anciano lo vio alejarse, con las manos en los bolsillos, rumiando pensamientos y su a su sombra cansina persiguiéndolo. Su nieto estaba lejos de llegar a la sabiduría, como él lo estuvo hasta ahora. La experiencia es como el escarbadientes sólo para uso personal.

Mariela

Sonrió con el último as de luz de la tarde en su rostro, tal vez se vio en un viejo oasis manso que nutrió sus recuerdos, fue cuando comprendió que existiría más lejos de su propia sombra, a través de aquel muchacho, algún rasgo, algún gusto, cierta inquietud…, la obra estaba sin terminar, pero ya era hora. Algo de aquel escarbadientes había sido trasmitido, sin duda, y aquel muchacho que ya daba vuelta la esquina, rumbo a su vida, era la esperanza que la sonrisa de ese viejo loco, conociera de alguna manera, el final de otro viaje.

Cansado dio vuelta, no sin antes repetir el pesado ritual de cerrar bien la puerta, pensó en algo que comer, aunque no fuera algún sánwich

            - El bondis no viene más, la próxima le doy más bola al abuelo, no llego tan tarde a la reunión, después de todo, tal vez la próxima me atreva a llevarle mis últimos cuentos al viejo, si, ¡Ahí viene el bondis,¡ que frío carajo !!!

Gillermo

Obviamente esa hora, es una de las tantas dónde los omnibús se transforman en camiones de ganado, suplantado ahora por humanos anónimos con un destino ya sabido y deseado.

Y el muchacho maldijo casi en voz alta...

- Que lo parió esto cada vez está peor!! odio viajar de esta manera.-

Pero no importaba; a esa hora todas las cabezas están en otro lugar, todas las miradas son sólo miradas vacías, los oídos sólo abiertos al interior escuchando y escuchándose las frases más significantes del día.

Como pudo se adentró a la masa de carne humana, sentado y frente a él, un anciano con tantos años como su abuelo balbuceaba casi como un autómata -“No puede ser, no puede ser, no puede ser...”- En un principio no le llamó la atención, su mente sólo estaba en aquella reunión tan deseada y próxima a cumplirse. A no ser... a no ser cuando en un momento, sus ojos se cruzaron por un instante con los del anciano.  

Zorro

El abuelo volvió a la cocina de su casa, abrió la heladera, la vio casi vacía y en ese momento olvidó por completo la idea de comer algo, nada tenía que ver con la palabra sándwich de la conversación con su nieto. Aquel sándwich no era una comida, era una comparación dicha en voz alta, entre su vida y el alimento, en su vida ya había pasado lo del medio y estaba según él a punto de terminar el pan.

¿Cuántas veces se vio reflejado en su nieto? Tantas veces meditó acerca de las similitudes entre su propia juventud y la del nieto! Eran meras coincidencias, ¿o acaso una señal en la continuidad relativa de la historia? Ciclos…, quizás.

Sin tener muy claro como, había llegado a su dormitorio, se sentó en la cama, quitóse las viejas chinelas a cuadritos y se metió en la cama, había sido suficiente por ese día.

En la radio se escuchaba presentar el siguiente tango de Gardel, tuvo apenas idea del disfrute, mientras se quedaba dormido, sus sueños sin duda le hablarían al oído.

Federico

No podía dar crédito a la funesta noticia de boca del viejo, el abuelo había muerto esa misma noche. Lo había dejado aquella tarde, prematuramente por una maldita reunión.

Una reunión que sólo aportó debates y futuras reuniones sin resolver nada.

Reparó en su padre, dónde las canas ganaban la partida a pasos agigantados, su voz aunque quebrada por el dolor, era calma.

Lo contuvo entre sus brazos como nunca, apretado y acariciándole la cabeza sin apuros, dejándolo llorar hasta el cansancio.

Ahora sentado al lado del cajón dónde su abuelo descansaba con una sonrisa apenas perceptible; se retrotrajo a su niñez. Cuando su padre no tenía ni una hebra blanca coronando su cabeza y siempre estaba la empresa antes que él. Cuando quedaba viendo alejarse a su presurosa sombra, con el maletín y las promesas del “cuando vuelva, jugamos” Ahora disfrutaba su reciente jubilación, y lo buscaba para charlar en los momentos menos oportunos. Justo cuando el se había metido de lleno en los conflictos sindicales, justo cuando su novia quedó embarazada y se enfrentaban a la disyuntiva.

Mariela

En qué momento perdió el sentido de las cosas nunca lo supo, pero sí se dio cuenta , quizás un poco tarde que el arte de vivir, implica el delicado manejo de los equilibrios, ahora reaccionaba ante el cadáver de su abuelo, y valoraba los pocos , siempre insuficientes ratos que últimamente había pasado en su compañía. Se detuvo un minuto

a meditar acerca de sustanciales temas de vida, mientras sus manos descansaban en el borde del ataúd; su mirada se perdió en un punto inexistente del espacio-tiempo; mil cosas pasaban por su mente en un torbellino interminable, sentía profundamente el dolor de la pérdida, pero al mismo tiempo sabía que su vida continuaba.

El abrazo de su padre, que acompañaba a su novia embarazada, llegó en el momento justo para sacarlo de su abstracción; y sin querer había tomado una decisión instintiva, miró a los ojos a aquella mujer y le transmitió sin hablar la opción elegida, la vida debía continuar, y la lección había que aprenderla, era necesario. Su hijo se llamaría como su abuelo.

                                                                                                                                                                                                             Federico

Intentaría no ser un maldito y atrapado sándwich- pensó abrazando a su padre, girándose sin advertir la nueva sonrisa de su viejo abuelo

                                                                         

 Agradecemos al Arquiteco Alvaro Leira por su colaboración con la ilustración

Montevideo-Uruguay

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                                                                                                   

1 comentario

Diego Vazquez -

En mi opinion , este cuento muestra por sobretodo la invisible pero real balanza que
nunca aprendemos como emparejar . Y cuanto nos cuesta ver lo mas
importante y saber apreciarlo . Pero es parte de la vida sentirse bien
con uno mismo y aprender que todo lo hacemos por una razon , y aprender ,
que nunca es tarde para cambiar , en esta vida o otra
. Muy buena redaccion y dialogo , muy buena historia.