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Lectura de "Pasajeros de ensueños" Pedro Recciutti y yo Ateneo

Mariela Rodriguez, socia fundadora de «Escritores de la Costa» habla sobre sus cuentos

Mariela Rodriguez, socia fundadora de «Escritores de la Costa» habla sobre sus cuentos

Extracto de reportaje, diario El Tiempo de Pando, fecha 1/08/2005

Por Fany Volonté:  Estuvimos con la escritora  Mariela Rodríguez. Ella es de Montevideo, integra un Taller Literario de la Costa de Oro y tuvimos la oportunidad de escuchar uno de sus cuentos el día sábado 11 de junio próximo pasado en las Instalaciones de “Refugio del Solís”  en el Balneario Las Vegas, próximo al Arroyo Solís Chico. Fue allí que  se realizó el Lanzamiento de la temporada de invierno de Turismo auspiciada por la Intendencia de Canelones y también de diferentes operadores turísticos de la zona.  Luego de compartir uno de sus cuentos quisimos realizarle esta amplia nota y nos dijo:

Mariela Rodríguez: “- Comencé a escribir desde que tengo memoria,  en el año 2000 concursé por primera vez dándome la posibilidad de publicar al año siguiente.

A partir de ahí nació la necesidad de perfeccionar y pulir mi arte, empezando a tomar taller literario con el señor Pedro Rescciutti.

Después de ello he publicado en dos oportunidades mas en libros, conjuntamente con otros autores y en un diario local de Maldonado.

En abril del 2004 tuve el placer de ser socia fundadora del grupo «Escritores de La Costa» con sede en parque del plata el cual a tan solo un año de su creación ha logrado dar un impulso importante a las letras y artes de esa zona.En general mis cuentos tratan sobre la vida, la muerte, la locura, el amor y el misterio. Algunos de mis lectores suelen encasillarme o definir mi estilo como «realismo mágico»,  no estoy de acuerdo con etiquetar, porque escribo sobre temas variados y con distintos enfoques.

No tengo un tema en particular que me resulte apasionante, pero si me resulta imperioso escribir cuando la idea se gesta en mi cabeza, volviéndose obsesiva independientemente de la temática. Cuando una idea ronda mi cabeza puedo dejar de dormir, comer o desatender todo lo que está en mi alrededor.

Siempre digo que escribir un cuento es un parto, producto de una gestación, que me hace sentir plena una vez culminado.Por eso mientras una idea no esta en papel siento una profunda desazón. Llevar al lector a experimentar las sensaciones,  que quise expresar y tomar cuenta que muchas veces lo he logrado, me produce una satisfacción similar al de un pintor que produce una obra bella, siente necesidad de mostrarla, y al hacerlo se encuentra con miradas de reconocimiento. El proceso de terminar un cuento es «no finito» sino dinámico, y suele ser alterado en base a situaciones personales o ajenas.He recibido hasta el momento 7 reconocimientos entre premios y menciones, lo cual no es poco dado que empecé a presentarme a concursos en el año 2001. Los reconocimientos me producen la satisfacción de constatar que un publico «calificado» reconoce mi trabajo y lo considera digno de ser destacado entre otros.

Pero si existe un reconocimiento que alegra siempre es aquel de compartir mis escritos con amigos y lectores de mi alrededor y sentir que gusta, que atrapa...

Hay personas que no concursan o no reciben reconocimientos en concursos y aun así son excelente escritores pero considero que para el promedio de los escritores el tener un currículum extenso es una forma de  llegar a ser mas difundido.De cara al futuro tengo como proyecto publicar un libro de cuentos completamente mío, porque hasta ahora solo he publicado en conjunto con otros escritores. ( se aceptan esponsors )

Cuento

Cuento

LA MELENA DE PENÉLOPE

 
La familia estaba invitada al casamiento de la tía Lucia,  por entonces la mansa de Graciela se encontraba en el esplendor de su juventud. Aunque disintió con su madre a la hora de elegir el vestido, se hizo la voluntad de su progenitora; Graciela tenia un don,  el de la paciencia.
-         Éste, mamá!!
-         ¿Y éste, Gracielita? es menos ceñido .
-         ¡¡Éste es más moderno!!!
-         Dejémoslo para Diciembre, para el cumpleaños de 15 de tu prima
-         Bueno, está bien.
      A Graciela la acompañaba desde su nacimiento una dosis de conformismo envidiable, alcanzaba para tener, dar y archivar. Llegó el día. Fue precisamente en el casamiento, donde conoció a Aníbal, ella tenia 19 años y él era empleado del marido de la tía. Ya por ese entonces, se vareaba con un vaso de whisky con una facha bárbara. Cualquier chica hubiese quedado prendada. Tenía  aspecto de Don Juan , y ella de ángel.
-         ¿Bailás?
-         Claro
-         ¿Vos quien sos?
-          La sobrina de Lucia...¿ y vos?
-          Soy empleado de Julio.. ¿Tomás algo?
-         Si, refresco.
 Apareció con dos vasos: refresco en uno, el otro con whisky y así siguieron, hasta que los novios se despidieron, sólo quedaban los familiares.
-         ¿Te gustaría ir al cine, el sábado?
-         Me encantaría.
-         Te llamo
-          Si ... adiós
-         Chau.
No fue ese sábado, sino al tercer sábado que llamó, y de no tener la paciencia  de Graciela, ese hubiese sido el último llamado, pero no fue así ..
La pobre se hubiese ahorrado muchos sufrimientos. Tres años de noviazgo siguieron marcando pautas en el comportamiento de Aníbal,  la impuntualidad, su gusto por las farras, y sobre todo su inclinación por el alcohol. Gracielita pensó que eran cosas de joven, y tuvieron unas palabras
-         Aníbal ¿ podés llegar en hora?
-         No te pongas así,  no va a pasar mas.
 Y la menor de los Méndez seguía esperando
-         ¡Aníbal, otra vez!
-         Sólo unas copas...
-         ¿Podés aflojar?
-         Sí, amor.
Y la menor de los Méndez, esperando... pobre, sería su futuro, el de esperar.
Se casaron, 23 años juntos y Gracielita que seguía aguantando a Aníbal en sus llegadas tardes, soportando infidelidades y sus reuniones, que finalizaban en borracheras. A las infidelidades, promesas... a las llegadas tardes, promesas... a las borracheras más juramentos. Educada para esperar no se le hizo difícil lo que para otra hubiese sido un martirio.
Una de las ultimas borracheras, la agarró de mal humor.
-    Aníbal estoy fastidiada
        Juro que no salgo mas...
        ¡¡Siempre lo mismo, ni los chicos te creen, están cansados de verte así!!!
        Prometo que es la última.
        Yo te juro, hasta que no cumplas tus promesas no me corto el pelo.
        No hagas eso, sabés lo que opino de los pelos largos...
        No me importa.
  Pasaron tres años, Aníbal no dejó de salir, cayendo en la casa borracho y Gracielita no  pisó la peluquería en tres años. El cabello crecía ... Aníbal la observaba de reojo,  como quien sabe que no tiene derecho al pataleo. Ella esperaba un cambio, él esperaba que se cansara de esperar.
Una madrugada de  frío Gracielita se dejó ir de este mundo de promesas incumplidas, se fue esperando y el cabello creciendo.
La velaron en la casa , que empezó a convertirse en un témpano, era inusual que hiciese tanto frío dentro de la casa...
Las vecinas entraron a ver a la finada, se erizaron cuando la vieron. Los de la funeraria,  no supieron qué hacer con toda aquella cabellera que crecía ante sus ojos y aún cuando la usaron para amortajarla,  impávidos ante tamaño hecho sobrenatural, dejaron que el resto colgara fuera del cajón.
Las comadres y vecinos tomaban café , arrebujados en  abrigos, a esa altura ya hacía mas frío dentro que fuera, aquello no era normal, y  la culpa  la tenia el borrachín de Aníbal, en vez de café le daba al whisky entre llanto y llanto.
Las horas pasaban, el pelo  ya llegaba a  la vereda,  las 24 horas  de velorio se acercaban... un vecino acongojado,  no sabiendo qué cosa hacer, trajo un cepillo, peinó la melena acomodándola en silencio, al correr del cordón. Ya nadie preguntaba ,  lo aceptaban, de vez en cuando alguno salía y lo arreglaba. Llegó el entierro, sus hijos decidieron que el cabello quedaría colgando fuera del cajón, así su padre aprendería.
Salió el cortejo, el cabello atrás, seguía de lejos a los amigos, vecinos y curiosos. Jamás se había visto en Minas y que supieran en ningún otro pueblo o ciudad, algo semejante. Cuando alguno miraba para atrás, venía dócil por la bajada hacia el cementerio y creciendo a ojos vistas.
La enterraron dejando el pelo fuera. Aquello desbordaba cualquier imaginación . Los rostros se volvían hacia Aníbal, causante de tamaño fenómeno, con cara de pocos amigos y de reproche,  nunca había cumplido siquiera ni el día de su muerte, y Gracielita, aún muerta seguía esperando.

El cabello siguió creciendo. Aquellos que la visitaban, en vez de flores, llevaban cepillos, los menos  broches. Aníbal obligatoriamente tenía que ver el producto de sus  promesas incumplidas. El silencio reinante  y aquel cabello que se expandía entre las tumbas eran  su castigo. Llegó el momento en que la melena traspasó la puerta central del cementerio minuano y ganó la calle. Iba por los cordones,  los vecinos que salían a barrer sus calles, además del mate y la escoba, salían con peine o cepillo para ordenar  aquella cabellera.

Rumbeaba para las afueras, abandonó las calles asfaltadas para, impasible, peregrinar  por las de tierra... los vecinos escaseaban,  igual se tomaban el trabajo de caminar los domingos para seguir con aquella peluquería casera, que era un tributo a la perseverancia.
En vida se había ganado el aprecio, después de muerta paso a ser mártir, seguía esperando los cambios de aquel tarambana..
Los hijos y Aníbal visitaban la cabellera los sábados. Era el recuerdo mas vivo de la que había sido madre y esposa; antes de salir averiguaban por donde andaba y para allá enfilaban, los hijos con  peine en mano, porque Aníbal aún con remordimiento seguía en las mismas.
El cabello se sumergió en la cañada del Molino,  como hebras  se fueron internando en el San Francisco,  allí se expandió como medusas por el arroyo.
Los pescadores  quedaron encantados, gracias a  la melena, ya no tenían que usar redes para pescar,  sacaban a los peces de la enmarañada cabellera de la finada..
La cosa empezó por los pescadores y siguió por el pueblo, se tomo la decisión de hacerle un monumento al pie del San Francisco por mártir y por santa patrona de los pescadores.
 Aníbal y sus hijos se sentaban todas las tardes de sábado al pie del  humilde pilón de mármol blanco a recordar a Graciela, mientras veían, con lágrimas en los ojos, cómo se alejaba la melena corriente abajo...

Ilustracion: Guillermo Bernengo

Artículo

Artículo

Transcripcion del artículo publicado en el diario electrónico EL Corresponsal del dia 21/01/2006

Canelones "De Muestra" presenta a la Escritora Mariela Rodríguez Alonso, en Parque del Plata. La escritora se integra asi a las actividades y espectáculos los días 20-21-22 de enero del 2006 el balneario.  El día 22 en las instalaciones del club de Leones de Parque del Plata calles E y 5 la autora del libro “Más allá de los Ojos” hablará de su obra y dialogará con el publico presente. Antes, el prologuista escritor Pedro Recciutti, brindara su visión de la obra de Mariela. Actuara el Grupo Flamenco “Iberoamericano” y la cantante Solista Elena Olivares.

Cuento

Cuento

SABIDURÍA CHARRUA


Artigas, era nuestra ciudad; la familia constaba de una abuela materna, mis padres y seis hijos, de los cuales yo era el más pequeño.
Una familia como cualquier otra mirada desde fuera, los problemas económicos para tantas bocas, alguna discusión entre mis padres y la infaltable e inagotable manera de ingeniarnos los seis para traer problemas a la casa.
Pero dentro vivía LA ABUELA, con el rosario en la mano y un bastón viejo hecho de una rama de espinillo, era sin discusión por nadie en la familia, la matriarca.
Sangre charrúa corría por sus venas, cutis cetrino, el cabello como algodón y el infaltable dialecto sólo por ella comprensible.
Mis padres nada decían  respecto de ella,  para nosotros era una incógnita, por momentos de gran dulzura, pero cuando se enojaba con nosotros eran los más terribles, asestaba  golpes con una vehemencia poco usual para sus años, a una vieja mesa de comedor, hablando siempre en esa lengua tan extraña y misteriosa.
Sabía sin alejarse de nuestra casa, lo que hacíamos, lo bueno y lo malo.
Lo bueno era recompensado con largas historias que  contaba, con voz cascada por sus tantos años, mientras el bastón descansaba a un lado de su silla, y entre las manos el eterno rosario. La escuchábamos embelesados, lograba lo que mis padres no podían ni a gritos, tenernos a los seis como pollitos a su alrededor, en completo silencio.  Ninguno  parpadeaba para no perdernos detalle de la historia, relataba sin apuros, con inflexiones propias de una experta, extraía suspiros de alivio, lágrimas y sonrisas con sus finales de nuestros infantiles rostros. Mientras tomaba mate, con los ojos semientornados, nos miraba de reojo para  proseguir con la historia de turno.
Los malos momentos arribaban cuando se enteraba que alguno de nosotros había hecho una travesura, o fechoría.
El responsable entraba a la casa tratando de esquivar en vano los ojos de la abuela, tarea imposible, allí como estaca clavada en su silla con el bastón lo mandaba llamar.
Le daba una reprimenda con dureza aderezada de golpes de bastón en la mesa, sin ningún síntoma de cólera pero sí de firmeza. Terminado el episodio seguían las instrucciones a seguir para reparar lo mal echo por el muchacho causante de la tormenta. El culpable se marchaba cabizbajo por la misma puerta por la que había entrado, a tratar de solucionar los problemas con los consejos de la matriarca.
Nunca le tuvimos miedo pero si un respeto que no se media con palabras, jamás nos levantó la mano, su palabra era suficiente premio y castigo.
La ayudábamos aunque se resistía y quería valerse sólo con viejo bastón de espinillo, a juntar hierbas extrañas, de las cuales nos hablaba, y explicaba sus poderes. Después inundaba toda la casa de perfumes extraños y peculiares. Pero su ancestral sabiduría no nos entraba en su totalidad en nuestras mentes citadinas e infantiles.
La abuela insistía que hablaba y comunicaba con los espíritus de sus ancestros, ellos todo lo sabían, todo lo veían. En su cuarto a solas la oíamos a hurtadillas tener conversaciones en un lenguaje incomprensible. Mis padres no le prestaban importancia a aquello, pero para nosotros era un mundo mágico, al que apenas como pequeños ladronzuelos teníamos acceso a través de la puerta cerrada.
Sólo cuando cantaba a voz de jarro, mis padres se miraban entre sí, como preguntándose que era aquello … y hasta cuando cantaría.
La seguíamos de atrás, silenciosamente, extasiados, tan absortos estábamos en su cantar dialéctico que cuando terminaba, no nos dábamos cuenta, nuestra estúpida sonrisa había quedado dibujada en los seis rostros. Ella nos abrazaba a todos, todavía me pregunto como podía abarcarnos. Nos contaba que los espíritus le habían pedido un canto ya fuera por el tiempo, por la cosecha o algún enfermo. Explicaba sin apuros, con la paciencia de la sabiduría que cada cántico era diferente del resto, según lo que se quisiese lograr.
Fueron muchas veces las que nos corrió de su lado, nos alentaba para salir a jugar, decía era muy vieja y  se cansaba. Pero siempre con una dulzura que jamás encontré en otro ser humano. Seguramente esa dulzura propia de un pueblo abatido, y masacrado.
Era entonces cuando con bastón y rosario quedaba horas en absoluto silencio, al que ninguno se le ocurría perturbar. O se encerraba uno o dos días en su cuarto,  sólo permitía  se alcanzara un poco de pan y agua.
Llegó un verano y nos llamó a todos a reunión,  para ésta en especial a mis padres, se sentó como siempre con el rosario en la mano y el bastón descansando sobre sus ancianas rodillas.
Tomamos sillas, esperamos…
-         Los espíritus me han hablado,  es hora de partir con ellos, mi vida aquí culmina, lo que tenía como tarea traté de cumplirla. Otro juzgará yo no. No quiero lágrimas ni llantos. No conducen a nada, solo traerían tristeza a mi cansado y viejo corazón. Parto feliz. Espero que ustedes también, me dejen ir en paz, queden tan tranquilos como yo. Sólo algo tengo para pedirles… voy a mi cuarto, durante todo un día no quiero golpes en  la puerta, ni me alcancen pan y agua como otras veces, ésta vez no es necesario que se preocupen. Tomen mis palabras de ésta sencilla pero querida manera. Cuando el sol vuelva a nacer en el horizonte deseo vayan todos al cuarto, pero mi Emilio, el más pequeño de los seis estará encargado de abrir la ventana para que pueda volar y así estaré con ustedes de nuevo, aunque de otra forma…
Dicho esto se retiró a su cuarto, con el paso vencido por sus noventa y seis años, se encerró tal como lo había dispuesto. Nadie durmió esa noche en casa, del cuarto de la abuela no salía ningún ruido por más pequeño que fuera, cuando amaneció todos abrimos la puerta. Allí con una sonrisa pintada en sus finos labios, y fría como el mármol estaba la abuela. En un rinconcito de la ventana se encontraba acurrucado un pequeño y hermoso gorrión, Emilio subió la ventana, el pajarito voló ganando altura surcando los cielos artiguenses.
-         Emilio ¿ Qué haces? Están todas las personas que citaste en la oficina esperando por vos.
-         Que esperen un poquito por favor, ya voy, sólo le estoy dando pan y agua a los gorriones de la ventana.
  

Autor: Mariela Rodriguez

Ilustración: Juan Soda Di Cono

Mas Alla de los Ojos

Mas Alla de los Ojos

 De Maupassant a Poe o Quiroga, el cuento breve es uno de los géneros que ofrece más versatilidad estilística, pero también exige una cierta tensión en el autor, en la medida que obliga a concentrar la carga literaria (introducción, climax y remate en el esquema clásico) en un espacio reducido.
 En la presente colección, versatilidad y tensión corren parejas, en la medida en que Mariela Rodríguez bucea en humanidades densas, asumiendo ya el punto de vista de personajes que connotan subjetividades singulares, la testimonialidad que bordea la crónica costumbrista o la fantasía irrumpiendo en las realidades más cotidianamente tediosas.
 La tensión se revela en el pulso con que la autora conduce cada historia a finales que, en ocasiones, se presentan como aterradoramente imprevisibles de modo sutil, con la imprevisibilidad de la vuelta de tuerca que nos carga de nuevos sentidos y sugerencias.
 Pero lo más importante es que los 23 textos funcionan como una unidad que fuga de su centro, a la manera del Yang oriental. De Maupassant a Poe o Quiroga, las colecciones de relatos se nominan con el título de uno de ellos o, en su defecto, con alguna expresión que intente captar el conjunto. El presente es un extraño caso en el cual el título da en el blanco, ya que Más allá de los ojos señala, conceptualmente, una unidad de perspectiva y de sensibilidad que irremediablemente obliga al lector a repensar su propia visión.
 Los dibujos de Guillermo Bernengo complementan con particular empatía la visión de Rodríguez, graficada con volúmenes y estructuras compactas que sin embargo exhiben un trazo libre, no exento de lirismo.

Imagen Original: Cuadro de Claudia Suárez

Diseño Gráfico: Angel Pais

Poesia Amatoria

Poesia Amatoria

TARDE DE MARZO

 

Ahhh tarde de Marzo,

había juego de sueño

El aire respiraba cómplice,

el lecho aguardaba dulce

.

El abrazo amigo

se hizo amante

fueron tus manos, tu boca,

mi piel presa deliciosa

 

Entró por la ventana

el silencio...el universo todo se detuvo.

El placer conquisto

el descanso

 

Ahhh  tarde tibia de Marzo,

de mentirosas siestas

matriculó el deseo comprimido.

Cómo te extraño...

 
 

Mariela Rodríguez 12/03/05

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AMOR INCONDICIONAL

 

Del amor incondicional...

solo déjame la condición

De salvajes jinetes

Y húmedos susurros

Y  ser tu, la savia lubricante

de esta selva sedienta

Dame el amanecer calmo

de insinuaciones.

Y crepúsculo violento

de los actos

Cólmame sin medidas austeras

Sin los tiempos

Ni las formas

 

Déjame vagar infinitamente

El instante

El momento

El ahora

 
 

Mariela 2006-02-16

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EL DIABLO

 

La luna empapaba mi desnudez

haciéndola centellear como diamante.

Por las ventanas se deslizó el diablo.

Sus ojos fuego, me encendieron,

provocando un calor antiguo.

Silente acarició mis muslos

atrapando con ternura mis muñecas.

Lo seguí hipnotizada sin censuras,

de sensualidad abrumada,

por pasillos oscuros y recónditos.

Pasadizos de mi fantasía,

que sola, no animaba abordar.

El danzó dentro de mi.

Aplanó mi vientre y mis pechos.

Incendió mi boca con su lengua.

Pulverizó las barreras en minutos,

acostumbró mis oídos a sus bisbiseos.

Como una cobra encantada me rendí,

sobre satén y champagne.

Y fui suya... mil veces suya,

hasta extenuarme, y volver...

Solo para que me arrulle

con sus voces de milenios ancestrales.

Para hacerme sentir mujer

como hace tiempo.

Para ser hembra cautiva

del eterno deseo.

Amarlo con los siete pecados capitales

y más ...

Abro mis ventanas para que arribe.

En noches invernales y a puro viento

le grito a la noche insomne

perlada de vírgenes estrellas:

le diga que vuelva, regrese,

ambiciono venderle el alma

eternamente.

Ser su esclava perenne,

amarlo hasta el infinito

en noches como aquella..

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ME HAN INUNDADO EN INCIENSOS

Me han inundado en inciensos,

los obispos preocupados.

Bañado en agua bendita,

han dado miles de misas,

luchando por exorcizarme.

Acá sigo con mi letra escarlata,

posesa de  pasión y locura.

Y es que no quiero sanarme.

Porque cuando tu pasas,

enarbolan mis cortinas.

se elevan por los aires.

Y yo quedo suspendida,

mi piel toda se encrespa,

mi boca hace agua.

El corazón estalla,

Pubis y pechos aguardan...

A que tus pasos detengan

su marcha

Me han inundado en inciensos

Los Obispos preocupados

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ANSIO LAS NOCHES

 

Ansío las noches

que prometen descanso

Odio:

los perros ladrando,

las sirenas aullando,

los bocinazos impacientes,  

las frenadas de siempre,

los gritos noctámbulos,

las motos estridentes,

las alarmas disparadas.

Odio y odio odiar,

me traen de nuevo.

Rompen el frágil sueño.

Hieren mi vidrioso olvido

Ansío las noches

Que prometen descanso

En las que deseo perderme.

Dejar de ser.

Encallar mis dolores.

Enterrar las derrotas.

Sobre todo ...

darme cuenta cabal,

cóncava y convexa,

con sumas y restas

que tu ya no estas.

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AMOR DE AHORA

Eres ..eres, casi tan sólo

palabras, y una sola visita

Un nombre en la pantalla

una foto, una máscara.

Me niego a tus vocablos

que dicen de caricias,

susurran el teclado

sobornando mi cordura

De tus risas escritas

desearía prohibirme.

Pues me lees entre líneas,

esas risas me estremecen

me pueden, me subyugan

tus preguntas frecuentes

de antemano con respuestas

poniendo a prueba de fuego

el calor que me provocas

y mis dedos se tornan pulpos

ardiendo en cada tecla

y mis ojos se deslumbran

cuando leo tus señales

mi piel toda se eriza

arrellanándome en la silla

no acertando acomodo

porque logras la inquietud precisa

para descruzar las piernas

y me dejo llevar por la locura

de creerte verdadero

de sentirte a mi lado respirando

compartiendo íntimos secretos

Loca , loca me estas volviendo

De deseo de tenerte

Palparte y saber que existes

Para saborearte entero

Mariela 9/11/2004

BIENVENIDA

BIENVENIDA

EL OJO DE LA CERRADURA 
  
Quienes se atreven a asomarse a mi alma  son inconscientes o valientes. Ella es tan seductora que atrae a incautos y exploradores. Es una casa con un sin fin de habitaciones, en cada una se pinta algo diferente…
Sólo algunos se acercan al abismo de mi morada, donde los rincones son presa de recuerdos y colores. Ella cambia según mi estado de ánimo y de quien se incline sobre los balcones para mirar hacia dentro, en lo profundo.
Algunos han contado cosas maravillosas, otros, las más temibles experiencias. Hubo quien se prendó de una habitación donde escuchó música suave, velos y una odalisca bailando sensualmente, sus ojos negros parecían invitarlo a entrar mientras movía cadenciosamente sus caderas. Otros encontraron una  casa abandonada, cuartos vacíos de habitaciones oscuras, plagadas de  telarañas. Se encontraron en cuartos con débiles recuerdos, que como humildes canoas enfrentan tormentas de olvido como si se hubiese muerto el alma…
Monjes sagrados que inmolaban animales en sacrificio para obtener su trigo;  ninfas en una fuente cantando a  Zeus. Malabaristas de la vida, que con piruetas ganaban el sustento diario, y vagabundos cansados de todo lo visto tirados al abandono. Un monje tibetano en viaje astral rodeado de incienso; brujas montadas en escoba volando cuartos con gatos negros pegados a sus espaldas. Duendes que encontraron el final del arcoiris con el calderón lleno de oro; cholas tejiendo sus tapices con los colores del atardecer…
Mamás contando cuentos a sus pequeños para dormir la siesta; hombres alcoholizados en plena golpiza.
Mi alma esta plagada de cuartos, es una casa sin principio ni fin, es lo eterno y lo efímero.
Solo hay que tener arrojo y valentía, no hay nada seguro en ella, cuando uno se asoma al ojo de la cerradura.

foto: Sergio López

CURRÍCULO


Publicaciones

Cuento-gotas 3 (2002)

Cuento-gotas.5 (2002)

Círculo de Narrativa 1 (2004)

Más allá de los Ojos (2005)


Premios y Menciones

1er. Premio en cuentos Ciudad de San José 2003
  “EL EXTRAÑO DEL BALCÓN”

Mención de Honor AEDI  2004
  “SABIDURÍA CHARRUA”

Mención de Honor  ECQUS Y GRUPO ERATO 2004
  “ESPERANZA”

4to. Premio en cuentos AEDI 2005
  “EL LIENZO”

Mención de Honor  Poesía “50 aniversario KIYU”2005
  “ARENA Y VERDE”
 
2º Premio cuentos  Melvin Jones
Club de Leones de Montevideo
  “TRAJE DE LUCES “

1era. Mención de Honor cuentos Club de Leones 2005
  “JAQUE MATE”

Mención cuentos “80 Aniversario
Club Banco Hipotecario”2005
  “ EMBOSCADA PARA UNA MUERTE”

CUENTOS

CUENTOS

CINCO PLAÑIDERAS PARA JUAN CRUZ

Me llamo Juan Cruz.

Si para los demás, como para mí, fue una cruz tenerme a su lado, será una incógnita. Todo lo que para cualquier ser humano hubiera sido un capital a favor, en mi caso ha sido viento en contra.

Nací inteligente, con talento innato. Quizás hasta -por qué no decirlo- un atractivo muchacho. Muy parecido a mi hermana mayor, igual o más “lindo”, para su desdicha y mi mal futuro.

Mi capacidad es variada. Soy bueno en la música, aunque sin posibilidades de estudio formal. Si en algo me destaco es en la pintura. Toda la familia tiene fuertes lazos con los óleos. Al igual que la música, el arte de la pintura se vio siempre recortada por el descarnado presupuesto familiar.

Trataré de escribir lo que de alguna manera culminó llevándome a ser recordado. No sería conveniente llamarlo “estrellato”.

El no tener prácticamente ninguna posibilidad económica y con un vínculo familiar fracturado dejó a la calle, como única enseñanza.

Cuando llegué a la adolescencia incursioné en el tabaco rápidamente. No tenía de que avergonzarme. En casa, ambos padres fumaban. No cabía el rezongo, o si cabía no estaba dispuesto a escucharlos. A los 15 no sólo fumaba, también bebía con ahínco. Con la bebida olvidaba la mediocridad en la que me movía a diario. Llegaba a casa de día, totalmente borracho. Era entonces cuando pintaba con más fervor.

Mis cuadros iban, a mi pobre criterio, mejorando. Claro, no tenía más críticos que allegados y familiares.

Mis padres se divorciaron, el “universo” familiar terminó, unos por un lado y otros por otro. Mi hermana se casó y yo tomé la calle como vida y sustento. No tardé en vincularme con la marihuana. Fue el comienzo de “buenos viajes”, que derivaron en estimulantes más fuertes.

No fue fácil hacerme de dinero para costear mis inclinaciones. Perdía los míseros trabajos en menos tiempo de los que tardaba en conseguirlos. Mi conducta se volvía cada vez más promiscua, pero mis pinturas mejoraban.

Llegué a mendigar y robar. Finalmente me prostituí. Por las noches, en el submundo donde me movía, era fácil percibir mi necesidad. Rondaban veteranos homosexuales con propuestas. Si bien tuve muchos amantes, llegué a formar una pareja con un hombre de unos 60 años. Hugo no es mal tipo, buena gente, trabajador. Se enamoró de mí.

Mis cuadros estaban ahora un poco más atendidos. Mi pareja facilitaba pinturas, telas y algún marco, con tal de verme contento. Algunos entendidos conocidos de Hugo las vieron. Estuvieron de acuerdo: Juan Cruz pintaba excelente. También fueron casi unánimes en opinar que mi estilo era siniestro. Pintaba macabras siluetas, bocas babeantes, colores oscuros. Lograba encontrar tonalidades de negro, violeta y azules profundos. Mis pinturas sufrientes, trasmitían padecimiento, angustia, terror... los rostros y cuerpos eran siempre distorsionados por un profundo dolor. Tiempo más, tiempo menos, fue por entonces que comencé a experimentar con LSD, lo que comúnmente le llaman ácido, alternando con PCP dándole un delicado baño a mis porros. A partir de ahí , en mis mejores momentos, siempre se me aparecían cinco mujeres, vestidas de negro, parecían llorar. No infundían miedo, pero no entendía quienes eran.

Una recaída grave con la adicción me costó una internación en un hospital estatal para enfermos mentales. Mi vida estaba lejos de ser fácil. Me drogaba, vivía en una depresión constante, con la oscilación de abandonar a Hugo siempre rondando mi corazón y mente. Mi madre llegó al hospital después de 15 días de encierro. Hacía más de un año que no me veía. Supongo que alguien avisó, como corresponde en estos casos. Verme atado en una cama, aislado, desnudo, sucio de mis propias necesidades y pidiendo a gritos que me sacara de allí, no fue resistido por su corazón. De todas formas la hospitalización no aportaba nada, sólo reclusión. No se me suministraba ningún tipo de medicación o solución. No sé cuanto estuve allí, pero todo el tiempo esas cinco mujeres velaron alrededor de mi cama, vestidas de negro y llorando. Volví otra vez a la calle con nuevas promesas de enderezar mi vida. No soportaba más estar con un hombre para sobrevivir.

Pedí auxilio tratando de acercarme a los despojos de familia que quedaban. Mi padre igual de alcohólico o más, nada podía dar, ni a mí ni a nadie. Mi madre se había acomodado con alguien y mis hermanos menores. “No puedo ayudarte Juan, apenas puedo con los más chicos”, me dijo. Sabía que tenía razón, pero no dolió menos. Sólo Carolina, mi hermana casi melliza, hubiera podido hacer algo. Pero claro, no era alguien presentable, y además siempre traía problemas.

Imprevisiblemente apareció un primo, una buena persona con ánimos de darme una mano. Me dejó dormir en su local de trabajo. Me alejé de Hugo, dejándolo destrozado.

Los primeros meses lo intenté. Pinté más que nunca, retomé las rondas nocturnas de boliches y la dichosa calle. Los adoquines me conocían, yo los extrañaba. No resistía la atracción que ejercían en mi mísera vida. Lo que observaba en la noche eran escenas dignas de plasmar en la tela. Yo era merecido ejemplar de estar en una, pasaría un tiempo antes de darme cuenta.

Una noche calurosa, tendido en la arena, con botellas vacías al alrededor y “porros”, conocí a Felipe. Felipe es peruano, vino buscando mejorar su vida, provenía de un pueblo de mala muerte. En los desvaríos de esa noche, en la que lo dejé hablar, me contó algo que dejó profundas huellas..

Su madre, allá en el Perú, trabajaba de llorona. A las mujeres que desempeñan ese trabajo las denominan “Las Plañideras”. Ella o ellas son contratadas para llorar en los velorios. A pesar de la droga, me despertó mucho interés, interrumpiéndolo sólo para preguntar todo lo que se me venía a la mente. Lo que mi amigo contaba era idéntico a lo que yo veía!!!

Me enteré que existían distintas tarifas. Recuerdo al menos tres categorías diferentes: una implica ir a llorar simplemente, la otra llorar hablando bien del muerto, la tercera lograr que los presentes también lloren al fallecido, sumándole las dos anteriores. Todo esto va acompañado de gritos desgarradores. Se arrancan los cabellos, arañan sus rostros en señal de dolor y padecimiento por el difunto. Las tres categorías tienen diferentes aranceles, claro está.

Quedé preocupado. Si olvidaba respirar, serían pocos los concurrentes al velorio y jamás existiría ni siquiera un peso para pagar a una sola persona que llorara mi ausencia. Sólo aquellas cinco que lograba visualizar drogado y eran tan reales ...aún más ahora. Imposible inventará algo desconocido por mi hasta el momento.

Felipe fue compañero de varias salidas. Cuando la posibilidad se presentaba, lo acribillaba con preguntas acerca del tema, tan foráneo para nuestras costumbres. Mi conducta, como era de esperar, retomó aquellos caminos que prometía abandonar. Mi primo, cansado ya que pusiera su negocio en peligro, me pidió amablemente que buscara un lugar donde irme. No podía sorprenderme. Me dormía con cigarros encendidos, dejaba prendida la estufa, traía compañías nada tranquilizadoras,. No tenía derecho a enojarme, y sin causarle más problemas me marché. Después de todo, había sido el único familiar que había tendido su mano.

¿Dónde iba a ir? El único lugar en que era bien recibido era la casa de Hugo, y allá fui. A la semana de estar juntos, por alegrarme, trajo pinturas nuevas, telas y una escopeta para salir a cazar juntos algún día.

El tema de las plañideras vino a mi cabeza. Comencé a plasmar cinco mujeres, tal como las imaginé a través de los cuentos de Felipe, tal como yo las veía. Vestidas de negro, llorosas, gritando, sus rostros demacrados, desdibujados por un dolor ajeno, mirando hacia abajo, sin que se viese el muerto o el cajón. Creo que el tema venía bien a “mi estilo”. Las semanas pasaban y con ellas mi fastidio por Hugo volvía sin remedio. Mi tristeza era palpable. Intenté llamar a mi madre sin encontrarla. Una mañana salí con la escopeta, aprovechando la ausencia de Hugo. Deambulé por unos campos cercanos. Lo único que vi como blanco posible fueron unas palomas de campo. Hacia ellas dirigí mi furia contenida.

Maté tres, y una quedó agonizante. Sentí culpa, aberración. Traté de revivirla sin éxito, volviendo sobre mis sombríos pasos, me sentí peor que antes. Metí la escopeta debajo de la cama para no verla El ensañamiento se apoderó de mí, y la emprendí con la tela, disponiéndome a pintar el dolor de aquellas cinco anónimas a las que se les pagaba por sufrir. En dos días terminé mi obra maestra. Para todos los que la vieron finalizada, creo que el tilo no fue suficiente. Quedaron paralizados por el dolor real que reflejaban sus rostros. Sus vestiduras eran negras, pero no simplemente negras. Parecían los jinetes del Apocalipsis. Lo único objetable era que no había muerto. Debía explicarles la historia de Felipe. De cómo había conmovido todo aquello y había logrado movilizarme...

Llegué a pensar lo excelente que sería si el cuadro tuviese sonido propio. Cuando la tela fuera observada, comenzarían a oírse los llantos, gritos y aullidos de desgarro. Podía oírlas cuando lo pinté, y cada vez que lo observaba. Llevaba en mi cerebro el sonido, tanto como la pintura, y ese sonido latía, vibraba. La colgué en el dormitorio, en la cabecera.

A tres meses de estar con Hugo ya no lo soportaba, sus reclamos constantes. Sus demostraciones de afecto eran intolerables. Si antes estaba loco, depresivo, adicto y mis pies estaban al borde del precipicio, ese domingo nada me calmaba, era una condena.

Llamó mi hermana, avisándome que nuestros padres estarían de visita en su casa, para conocer a su pequeña recién nacida. Mi vida era un infierno, sino estaba drogado no podía dejar de ver el entorno en el que estaba inmerso. Hugo no llegaba con nada que calmara mis pobres nervios.

A las cinco de la tarde, marqué el número de mi hermana:

- Carolina, me pasas con mamá, por favor...

- Sí, Juan...

..........

- Hola, Juan Cruz

- Hola papá. ¿Me das con mamá?

- Ya viene. ¿Qué te pasa? Ya te dijimos que no tenemos medios para ayudarte y siempre traes complicaciones...

- No sigas papá. Te lo digo a vos, entonces...

- ¿Qué cosa? Porque de vos no se puede esperar nada bueno.

- Me voy a matar.

- Dejate de cosas Juan. No me vas a enloquecer como a tu madre. Si te vas a matar, apunta bien, no sea cosa que le erres, y tengamos que cuidar a un minusválido.

Sólo veo un agujero negro apuntando mi boca. Recostado en la cama, el cuadro colgando precariamente a mis espaldas, sobre mi cabeza. Ausente de emoción, sentimientos y el abismo... Solo falta el sonido.

Cuenta Hugo que cuando llegó a la casa, oía los gritos desgarradores y flagelantes de las cinco. Abriéndose paso entre la gente pudo entrar al cuarto. Jura Hugo que arrancaban sus cabellos y que sus ojos, huecos negros, observaban hacia abajo. Gruesas lágrimas empapaban la perdigonada estampada contra la pared y mis inservibles sesos.

 

Imagen: Guillermo Bernengo